Vocabulario:
- Largas: que tienen mucha longitud o duran mucho tiempo.
- Tacones: zapatos altos.
- Coqueta: que quiere verse bonita o llamar la atención de forma amable.
- Cercana: que está próxima, ya sea en lugar o en sentimiento.
Compañeros: personas que están contigo en una actividad, como en una clase o en el trabajo. - Empezamos: comenzamos.
- Vaivén: movimiento de un lado a otro, balance.
- Agarrando el ritmo: empezando a entender o seguir el compás de algo (como la música o una actividad).
- Mira: forma de llamar la atención de alguien para mostrarle algo o decirle algo importante.
Para escuchar
¿Te ha pasado alguna vez que un sueño se queda guardado por años, así, como dormido, pero sin desaparecer del todo?
A mí me pasó con el baile.
Soy venezolana, y si hay algo que forma parte de nuestra sangre caribeña es el ritmo. En mi país se baila. Punto. Salsa, merengue, bachata… ¡uno aprende casi sin querer! Las fiestas, los domingos familiares, los patios con música… el cuerpo se mueve solo.
Pero, aunque parezca contradictorio, yo no bailé mucho en mi adolescencia ni en mi juventud. Pasé muchos años entre cirugías de columna y recuperaciones largas. En vez de tacones y pista de baile, yo tenía corsés y reposo.
Por eso, no sabes lo simbólico que es para mí escribir esto desde Curitiba —sí, Curitiba, la ciudad del frío y las plazas ordenadas— para contarte que… ¡estoy bailando!
Hace unos meses me inscribí en una escuela de danzas latinas. Había clases de salsa, merengue, tango, zouk, bachata… todo lo que me hubiera encantado aprender antes. Pero, por cuestiones de horario, al principio solo podía ir a la clase de bachata. Y no me quejo, porque la bachata me encanta. Es dulce, cercana, coqueta.
Lo mejor: cada semana aprendo un paso nuevo y me equivoco con gracia, porque mis compañeros son pacientes y ya empezamos a reírnos juntos de mis desastres.
Y aquí viene la parte inesperada: hace dos semanas logré liberar otro horario y decidí probar algo completamente nuevo… ¡lambazouk! ¿Lo conoces? Es un estilo brasileño que mezcla el zouk caribeño con la lambada. El resultado: una danza fluida, con mucho contacto y un vaivén que casi hipnotiza. Al principio me sentí como si intentara bailar en una nube… Pero ya le estoy agarrando el ritmo.
Estoy feliz. No solo porque por fin estoy cumpliendo ese deseo postergado, sino porque estoy conociendo gente maravillosa, haciendo amigos y volviendo a conectar con algo muy profundo: mi cuerpo en movimiento.
¿Te gustaría ver un video?
Te prometo que más adelante, cuando me sienta más segura, te muestro un pedacito de una coreografía (¡sin risas, eh!).
¿Y tú?
¿Bailas?
¿Qué ritmo te hace mover los pies aunque estés en la cocina o en la fila del supermercado?
Y si alguna vez pensaste que ya era tarde para empezar algo nuevo… mira, aquí estoy yo. Bailando, al fin.
Aprender a bailar se parece mucho a aprender un idioma: al principio parece imposible, los pies se enredan, la boca también. Pero con cada paso, con cada palabra, el cuerpo y la mente van encontrando el compás.
Te equivocas, te ríes, vuelves a intentar… y un día, sin darte cuenta, ya estás fluyendo.
Así que si estás pensando en aprender español (o cualquier otra cosa que te haga vibrar): ponte los zapatos (o las ganas), da el primer paso… ¡y vamos a bailar!
0 comentarios