Vocabulario:
- Bruja: Mujer malvada que, según cuentos o supersticiones, tiene poderes mágicos.
- Vuela: Acción de moverse por el aire.
- Aunque: Conector que indica contraste o concesión; significa “a pesar de que”.
- Duda: Falta de certeza sobre algo.
- Escaleras: Construcción con peldaños que sirve para subir o bajar de un nivel a otro.
- Paraguas: Objeto que sirve para protegerse de la lluvia.
- Calle: Vía urbana por donde circulan personas y vehículos.
- Ráfaga de viento: Golpe fuerte y repentino de aire.
- Se apagaron: Acción de dejar de producir luz o fuego; dejar de funcionar una fuente de iluminación.
- Ponerse la carne de gallina: Reacción del cuerpo cuando la piel se eriza, generalmente por frío, miedo o emoción intensa.
Para escuchar
Andrés y Mateo crecieron en una pequeña ciudad del interior, en la cual la gente repetía con frecuencia un refrán muy curioso: “Yo no creo en brujas, pero de que vuelan, vuelan.” Lo usaban de manera metafórica para decir que, aunque uno no crea del todo en algo, siempre queda la duda… y, por si acaso, más vale no desafiar lo inexplicable.
Andrés y Mateo formaron personalidades muy distintas: el primero confiaba ciegamente en la ciencia y siempre decía que todo tenía explicación lógica, mientras el segundo era de los que tocaba madera tres veces antes de dar un paso importante, nunca pasaba por debajo de una escalera ni abría un paraguas dentro de casa. Pero no por eso dejaron de ser amigos.
Una noche de octubre, los dos regresaban caminando a casa después de cenar. La calle estaba oscura, solo iluminada por faroles que parpadeaban como si jugaran a asustar.
—¿Sabías que hoy es luna llena? —dijo Mateo con un aire misterioso.
—¿Y? —respondió Andrés, rodando los ojos—. La luna llena solo sirve para que la gente invente cuentos.
—Pues yo no estaría tan seguro… —replicó Mateo—. Yo no creo en brujas, pero de que vuelan, vuelan.
Andrés soltó una risa irónica. Estaba a punto de soltar otra frase sarcástica cuando, de repente, una ráfaga de viento helado recorrió la calle y se apagaron tres faroles al mismo tiempo. En ese instante, una sombra enorme cruzó volando por encima de sus cabezas.
Mateo pegó un grito y se agarró del brazo de Andrés.
—¡¿La viste?!
Andrés, que siempre tenía respuestas para todo, se quedó mudo. Sintió cómo se le ponía la carne de gallina desde los pies hasta la nuca.
—S-seguro fue… un pájaro… —balbuceó.
—¡¿Un pájaro del tamaño de una bruja?! —contestó Mateo, sin soltarle el brazo.
El resto del camino lo hicieron en silencio, caminando rapidito, como si la sombra pudiera volver.
Al llegar a la puerta de su casa, Andrés respiró hondo, miró a su amigo y, todavía pálido, murmuró:
—Está bien… sigo sin creer en brujas… pero de que vuelan, vuelan.
Lo irónico es que, mientras la gente del pueblo usaba el refrán de manera metafórica, Andrés lo acababa de usar literalmente, con toda la carne de gallina incluida.
¿Y tú, qué opinas?
¿Eres más como Andrés, que busca siempre una explicación lógica, o como Mateo, que prefiere no tentar a la suerte?
Cuéntamelo en los comentarios.







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