
El Triatlón Playero de Lulú
Vocabulario:
- Clave: Algo esencial o fundamental para entender o lograr algo.
- Arena: Partículas pequeñas de rocas y minerales que forman las playas o desiertos.
- Olas: Movimientos de agua en el mar causados por el viento u otras fuerzas.
- Por supuesto: Expresión que indica acuerdo o certeza, equivalente a «claro» o «sin duda».
- Lejos: A gran distancia de un lugar o persona.
- Cerca: A poca distancia de un lugar o persona.
- Hundía: Acción de sumergir algo profundamente en un líquido o en la tierra.
- Huesos: Estructuras duras que forman el esqueleto de los animales y humanos.
- Tragara: Acción de hacer pasar algo de la boca al estómago.
- Acercaba: Acción de mover algo o alguien hacia un lugar más cercano.
- Ha sido su fuerte: Expresión que indica que algo no es fácil para alguien, o que no es algo en lo que sobresalga.
- Acera: Parte de la calle destinada para que los peatones caminen, generalmente de cemento o piedra.
- Hazaña: Acción o logro notable, generalmente difícil o extraordinario.
Para escuchar
En posts anteriores🔗 he estado relatando cómo Lulú nos ha acompañado en este viaje, con sus ocurrencias, su energía inagotable y su manera única de descubrir el mundo. Pero faltaba una experiencia clave: la playa. ¿Cómo reaccionaría ante la arena, el mar y las olas? Lo descubrí al día siguiente de llegar a Recife, porque lo que imaginé como un simple paseo se convirtió en una competencia digna de los Juegos Olímpicos caninos: un triatlón improvisado donde mi perra era la única participante… y, por supuesto, la campeona indiscutible.
La primera prueba fue la carrera de velocidad. Apenas le quité el arnés, Lulú salió disparada como una flecha, dejando una nube de arena tras de sí. Corría en círculos, zigzagueaba, aceleraba como si estuviera en una pista de atletismo y, cuando parecía que iba a detenerse, pegaba otro sprint inesperado. Yo, con el corazón en la mano, solo podía gritar:
—¡Lulú, no te vayas tan lejos! ¡Vuelveee!
Pero ella, completamente entregada a la competencia, ignoraba cualquier llamado.
Luego vino la segunda prueba: excavación extrema.
—¡Busca, Lulú, busca! —le decía, animándola como si fuera su entrenadora.
Y ella, con una energía renovada, hundía las patas en la arena y cavaba sin descanso. Si el triatlón tuviera una disciplina de búsqueda del tesoro, Lulú habría batido récords. Y no es que los tesoros fueran tan imaginarios… porque, de vez en cuando, encontraba huesos enterrados que yo tenía que quitarle antes de que se los tragara como si fueran su mejor comida.
La última prueba era, sin duda, la más desafiante: esquivar las olas.
Atraída por la espuma del mar, Lulú se acercaba con curiosidad… pero cuando el agua avanzaba, saltaba hacia atrás como si estuviera en una competencia de obstáculos. Con cada ola que llegaba, ella ensayaba una nueva técnica: el salto lateral, la retirada estratégica, el trote elegante en reversa. Porque claro, el baño nunca ha sido su fuerte, y lo último que iba a permitir era terminar empapada.
Después de completar su triatlón, la campeona se rindió. A pocas cuadras de la playa, Lulú se sentó en la acera, mirándome con su mejor cara de drama.
—Vamos, Lulú, ya casi llegamos.
Pero no. Ella había dado todo en la competencia y ahora esperaba su premio: que la llevara en brazos.
—Lulú, no voy a cargarte. Ya estamos cerca. Camina.
Con un suspiro de resignación, se puso de pie y avanzó a paso lento, como si cada paso fuera una hazaña épica. Y así, después de un día de velocidad, excavaciones y esquivas magistrales, la campeona olímpica de la playa regresó a casa… lista para su próxima competencia.