Vocabulario:
- Abuela/abuelo: los padres de sus padres.
- Ánima: alma de una persona, especialmente la de los difuntos que están en el purgatorio.
- Hechos: acciones u obras que realiza una persona.
- Madurez: período de la vida de la persona comprendido entre la juventud y la vejez.
- Pavo real: ave muy alta con plumas de colores.
- Traje de levita: vestimenta muy formal, con un blazer muy largo en la espalda.
- Dibujar: representar gráficamente. En sentido figurado, describir o contar con gran viveza y fidelidad la realidad.
- Mortaja: sudario.
Para escuchar
Gabito tenía tan solo dos años, cuando sus padres se mudaron a Barranquilla, y dejaron al niño al cuidado de sus abuelos. Ese, sin duda, fue un hecho decisivo en la vida de quien luego se convertiría en un renombrado escritor y Premio Nobel de Literatura: Gabriel García Márquez.
La abuela Mina.
La abuela de Gabito, Doña Tranquilina Iguarán, o “la abuela Mina”, como la llamaba el escritor, era supersticiosa y amante de contar fábulas y leyendas.
Doña Tranquilina era una de esas matriarcas de carácter fuerte, que les organizaba la vida a los miembros de su familia, en función de los mensajes que recibía en sus sueños.
De tal forma que el niño creció entre rituales de buena y mala suerte, ánimas, espíritus y todo un mundo mágico que finalmente ayudó a construir, en la mente del escritor, aquel imaginario que cobraría fuerza en su obra.
García Márquez no solo se inspiró en la abuela Mina para crear uno de los personajes más importantes de su obra maestra Cien Años de Soledad: Doña Úrsula Iguarán, sino que también manifestó que “debía contar la historia como mi abuela me contaba las suyas…”, y se refería a aquella naturalidad con la que narraba hechos mágicos, que impedía siquiera cuestionarlos.
Hasta en su madurez, Gabo se consideraba a sí mismo un hombre supersticioso, y lo admitía públicamente: siempre tuvo flores amarillas en su casa, pues creía que atraían la buena suerte. También evitaba al máximo las flores de plástico, los pavos reales y nunca usó un traje de levita, ya que, para él, tenían el efecto contrario. Esta fue la razón por la que vistió un liquiliqui, traje típico de los llanos colombo-venezolanos, para recibir el Premio Nobel.
El Coronel Nicolás Márquez.
Por otra parte, su abuelo, el Coronel Nicolás Márquez, quien participó en la guerra de los cien días y mató a un hombre en un duelo, era sin dudas, su conexión con el mundo real. Este le proporcionó al escritor suficiente materia prima para construir historias maravillosas, que bien podrían ser verdaderas: le contó sobre los horrores de la guerra y le enseñó a defender lo razonable y lo justo.
No fue coincidencia que, en el inicio de Cien Años de Soledad, Márquez narra el episodio en el cual el coronel Aureliano Buendía lleva a su nieto al circo para conocer el hielo. Posteriormente comentaría el escritor: “recuerdo que, siendo muy niño, en Aracataca, mi abuelo me llevó a conocer un dromedario en el circo”.
Pero es en «El Coronel no tiene quien le escriba» que Márquez dibuja más claramente la historia de su abuelo, quien, después de luchar en las tropas colombianas, espera durante más de 15 años su pensión, y esta nunca llega.

Gabo también tenía tías.
Además de los abuelos, Márquez convivió y recibió también la influencia de sus tías, en especial de Francisca, quien tejió su propio sudario antes de fallecer. Este hecho inspiró la creación del personaje de Amaranta en Cien Años de Soledad, quien durante el día tejía su mortaja, y en la noche se ocupaba en deshacerla, ya que sabía que cuando estuviese terminada, la usaría en su propio sepelio.
El gran resultado
Finalmente, fue ese coctel de realismo y de magia el que inundó la mente creativa de Gabriel García Márquez, y que lo llevó a escribir relatos tan fascinantes, de los cuales disfrutamos por generaciones, y que le valió el Premio Nobel de Literatura.
0 comentários