Cada Vez Más Lejos Del “Portuñol”: La Clave Que Acercó A Carlos Al Español de Verdad

Cada Vez Más Lejos Del “Portuñol”: La Clave Que Acercó A Carlos Al Español de Verdad

Vocabulario:

  1. Lejos: A una gran distancia; no cerca.
  2. Acercar: Mover algo o a alguien más cerca de un lugar o persona.
  3. Aún más: Indica un incremento o un grado adicional de algo.
  4. Klingon: Una raza ficticia de guerreros del universo de Star Trek, conocida por su idioma y cultura.
  5. Me tocó: Expresión que indica que algo fue asignado o le ocurrió a una persona.
  6. Empecemos: Frase que invita a iniciar una actividad o proceso.
  7. Pantalla: Superficie en la que se muestra información visual, como en computadoras o televisores.
  8. Duda: Incertidumbre o falta de seguridad sobre algo.
  9. Ceño: Arruga que se forma en la frente al fruncir el rostro, generalmente por preocupación o descontento.
  10. Sonriendo: Acción de mostrar alegría o felicidad mediante la curvatura de los labios.
  11. Perrita: Forma diminutiva de “perra”; puede referirse a una perra joven o a una perra en un contexto cariñoso.

¡Hola! ¿Qué tal?

Yo soy la profesora Yasmin, y enseño mi lengua materna, el español, a muchos profesionales cuya vida laboral ya es bastante complicada. Pero si, además, no tienen mucha certeza de si lo que están hablando es español o portuñol… bueno, ahí es donde las cosas pueden complicarse aún más. Uno de los errores más comunes está relacionado con los pronombres, y justo eso fue lo que le pasó a Carlos, uno de mis alumnos.

Carlos comenzó su clase visiblemente frustrado.

—Profe, ¡siempre me pasa lo mismo con el cliente chileno! Quiero decirle que voy a enviarle el informe, pero termino diciendo algo como “envío lo”. La cara del cliente… parece que está tratando de descifrar un código alienígena. ¡Parecía que hablaba klingon!

¿Te suena familiar?

Me tocó calmar a Carlos, porque esa es una situación más común de lo que él imaginaba.

—Carlos, tranquilo. Eso de los pronombres es un dolor de cabeza para muchos, pero hoy lo aclaramos y nunca más tendrás problemas. Vamos a dejar el portuñol atrás.

Carlos me miró esperanzado, pero con escepticismo.

—¡Bueno, a ver si lo consigo de una vez! —dijo, cruzando los dedos.

Empecemos por lo básico —le dije, compartiendo mi pantalla con algunos ejemplos—. En español, cuando usamos pronombres de complemento directo, como lo, la, los o las, por regla general, el pronombre siempre va antes y separado del verbo. Por ejemplo: “Lo envío mañana” (con el verbo enviar en presente).

Pero si tienes un infinitivo, un imperativo o un gerundio, el pronombre se coloca después y junto al verbo.

Por ejemplo:

  • “Voy a enviarlo” (infinitivo).
  • “Estoy enviándolo” (gerundio).
  • “Envíalo” (imperativo).

—¡Entonces estuve diciendo todo al revés! —suspiró Carlos, soltando una risita nerviosa—. ¡No me extraña que el cliente me mirara como si estuviera haciendo malabares con las palabras!

Cliente cético na tela do computador

—Exacto, pero no te preocupes. Esto pasa mucho cuando mezclamos el portuñol. En español, los pronombres tienen su lugar claro, y una vez que lo entiendes, todo fluye mejor. ¡Practiquemos!

—¡Vamos! —dijo con entusiasmo renovado.

—Reformula la frase en presente: “Yo reviso los documentos”, sustituyendo el complemento directo “los documentos” por su pronombre.

—¿Yo los reviso? —respondió con duda, frunciendo el ceño.

—¡Exacto! —celebré—. Ahora pásala a gerundio.

—Yo estoy revisándolos —dijo esta vez con más confianza.

—¡Eso es! ¿Y si la colocamos en imperativo? —pregunté.

—¡Revísalos! Creo que ya lo tengo —dijo, sonriendo satisfecho.

En ese momento, Lulú, mi perrita, decidió hacer una aparición estelar, corriendo detrás de mí y ladrando en medio de nuestra conversación.

—¡Profe! ¿Esa es Lulú? Yo leí su historia en tu blog —Carlos se rió—. ¡Ella también quiere practicar los pronombres!

—Parece que sí —le respondí riendo—. Aprovechemos para practicar un poco más. ¿Cómo dirías: “Lulú quiere conocer a mi”?

Carlos pensó un segundo y respondió con confianza:

—Sería “Lulú quiere conocerme” porque es un infinitivo.

—¡Exacto! ¿Y con estos elementos: “Lulú ya conoce a mi”? Con el verbo conocer en presente —le pregunté.

—Con el verbo en presente sería: “Lulú ya me conoce” —respondió, visiblemente más seguro.

—¡Perfecto, Carlos! ¡Lo tienes!

—Gracias, profe. ¡Ahora todo tiene sentido! Pero necesitaré practicar, porque cuando hablo rápido, ¡parece que mi cerebro juega al escondite con las reglas!

Carlos me autorizó a compartir su clase contigo, y sobre todo los ejercicios que encontrarás al final de esta historia. ¿Y tú? ¿También te incomoda usar portuñol en tus reuniones de trabajo? Vamos a ponerle fin a eso. Entra en contacto y cuéntame cómo puedo ayudarte a mejorar tu español y dejar el portuñol atrás. ¡Estoy aquí para que hables con confianza en cualquier situación profesional!

¡Hasta la próxima!

Ejercicios:

Pasa el cursor por el texto y clica en la combinación correcta de pronombre y verbo.

Actividad de vocabulario

Actividad de comprensión de lectura

Promesas Rotas y Travesuras: La Historia de Lulú Continua

Promesas Rotas y Travesuras: La Historia de Lulú Continua

Vocabulario:

    1. Collar: Banda o cinta que se coloca alrededor del cuello, usada para identificar a las mascotas.
    2. Correa: Cinta o tira de material resistente usada para llevar a los animales sujetos.
    3. Mientras: Durante el mismo tiempo que ocurre otra acción. Paralelamente.
    4. Rato: Período breve o indeterminado de tiempo.
    5. Enojarse: Sentir enfado o molestia por algo.
    6. Cola: Parte trasera y alargada de algunos animales; también.
    7. Echar un vistazo: Mirar rápidamente o de forma superficial.

    ¡Hola de nuevo! ¿Te acuerdas de la historia de Lulú que comencé a contarte el mes pasado? Si no la leíste, te recomiendo que le eches un vistazo porque esta es la continuación de esa aventura. Pero si ya la conoces, prepárate porque esta parte te va a sacar una sonrisa, y quizás te sientas identificado con esas promesas que hacemos en casa y luego no cumplimos… gracias a Dios.

    Después de aquel día en que Lulú llegó a nuestras vidas de forma inesperada, volvimos a casa, y la situación afuera seguía siendo un verdadero caos. Las calles estaban llenas de tensión y violencia, lo que hacía prácticamente imposible salir a conseguir lo que Lulú necesitaba. Imagínate lo complicado que era encontrar un collar, una correa o incluso desparasitantes en medio de todo eso. Ni hablar de hacerle una camita cómoda. La inseguridad nos tenía atrapados, y cada vez que pensábamos en salir, el miedo nos frenaba. Y aquí es donde quiero ser muy honesta contigo: yo intentaba mantenerme firme, recordándoles a mis hijas que habíamos aceptado a Lulú solo de forma provisional, porque ellas se comprometieron a buscarle un hogar. Pero, dime tú, ¿quién iba a querer adoptar a una perrita en medio de semejante caos?

    Además, aunque ellas insistían en que estaban buscando un lugar adecuado para Lulú, te confieso que tanto ellas como yo estábamos jugando un doble juego. Por mi parte, ya no quería que se la llevaran, y ellas… bueno, ellas “buscaban” adoptantes, pero con tantas condiciones que era prácticamente imposible. Siempre me decían: “Mamá, esa persona no puede ser porque vive muy lejos” o “Tiene un gato, ¡Lulú no se llevaría bien con él!” ¿Te suena familiar? Estoy segura de que si has pasado por algo similar, ya te imaginas cómo iba a terminar esta historia.

    Mientras todo esto pasaba, Lulú no dejaba de crecer y, para mi sorpresa, aprendía a una velocidad impresionante. ¡Te juro que en pocos días ya obedecía a comandos como “siéntate”, “dame la pata”, “la otra”, y hasta “gira”! Era imposible no enamorarme cada vez más de ella, aunque debo admitir que también me hizo pasar más de un mal rato. ¿Conoces esas travesuras típicas de los perritos? Bueno, Lulú destrozó plantas, mordió varias medias y, lo peor de todo, ¡se dedicó a masticar las esquinas de algunos libros! Sí, mis libros. ¿Te imaginas el drama?

    Pero, ¿sabes qué? Por más que esas cosas me frustraran, el amor que le teníamos crecía tanto que cualquier pequeño desastre quedaba en segundo plano. Era imposible enojarse por mucho tiempo cuando la veías mover la cola de felicidad o correr por el jardín como si no hubiera un mañana. Esos momentos, aunque pequeños, nos ayudaban a sobrellevar los días difíciles. Mis hijas, que estaban estresadas por todo lo que pasaba afuera, empezaron a sonreír más, sobre todo cuando llevaban a Lulú a jugar al jardín con Bambi, su nueva amiga. Verlas correr juntas, felices y libres, me hacía sentir que todo valía la pena.

    Y así, entre juegos, travesuras y mucho cariño, Lulú se fue convirtiendo en parte de la familia. Aquella promesa de buscarle un hogar quedó en el olvido, porque para entonces ya sabíamos que su lugar era con nosotros.

    Ahora dime, ¿alguna vez te has resistido a adoptar una mascota y después terminaste cediendo? ¡Cuéntamelo en los comentarios, que seguro tu historia también tiene momentos divertidos!

    Por cierto, si te gustó esta parte de la historia, no te pierdas las próximas publicaciones, porque la aventura de Lulú todavía tiene mucho que contar. 

    ¡Nos vemos pronto!

     

    Actividad de vocabulario

    Actividad de comprensión de lectura

    ¡Frutas, Verduras, Regateos Y El Truco De Las Tres Vueltas A La Piña!

    ¡Frutas, Verduras, Regateos Y El Truco De Las Tres Vueltas A La Piña!

    Vocabulario:

      1. Señalando: Indicando con el dedo u otro gesto una dirección o algo en particular.
      2. Con la boca abierta: Estar sorprendido o asombrado.
      3. Olió: Pretérito del verbo OLER: Percibir aromas o fragancias con la nariz.
      4. Huelen: Presente del verbo OLER: Percibir aromas o fragancias con la nariz.
      5. Jovencita: Persona femenina de poca edad, generalmente adolescente.
      6. Ácida: De sabor agrio o picante, como el limón.
      7. Acercarse: Moverse en dirección hacia algo o alguien.
      8. Regatear: Negociar el precio de un producto buscando una rebaja.
      9. Sonrisa: Gesto de alegría o simpatía, curvando los labios hacia arriba.

      ¡Hola! ¿Cómo estás? Soy la profesora Yasmin y hoy quiero compartir contigo una historia un poco curiosa, ¡y con un toque de humor!

      Este sábado llevé a mi vecina Isabella al mercado. Como recién llegó a Brasil, pensé que sería una buena oportunidad para mostrarle lo increíble que es la variedad de frutas y verduras de aquí. Aunque, si te soy sincera, a veces no lo notamos porque es algo de lo que disfrutamos todos los días, ¿verdad?

      Apenas entramos, Isabella no podía creer lo que veía. ¡Estaba con la boca abierta! Caminaba entre los puestos, maravillada con los colores y tamaños de todo lo que veía.

      —¡Mira esas sandías! —exclamó señalando unas enormes.

      —Sí, bien frías son lo mejor para un día de calor —le respondí. Y es cierto, ¿no? ¿Tú también las disfrutas en verano?

      Seguimos caminando, y no podía dejar de asombrarse. Nos detuvimos en un puesto de frutas y ella tomó una mandarina. La olió como si fuera la mejor fragancia del mundo.

      —Estas huelen delicioso —me dijo sonriendo—. ¿Y qué me dices de esas cebollas? ¡Son gigantes!

      —¡Y están en oferta! —le contesté.

      Pero la sorpresa llegó cuando nos acercamos al puesto de las piñas. Un vendedor nos miró con complicidad y, con aire de experto, nos soltó un consejo que no esperaba:

      —Si quieren que esta piña esté bien dulce, tienen que darle tres vueltas antes de cortarla.

      Isabella lo miró como si no pudiera creerlo.

      —¿Tres vueltas? —preguntó intrigada.

      —Así es, jovencita. ¡Si no lo hacen, sale ácida! —dijo el señor, en tono de complicidad como quien comparte un secreto.

      Nos reímos mucho, pero Isabella decidió que era mejor no arriesgarse. Puso una piña en el carrito y me dijo:

      —Voy a darle las vueltas, por si acaso.

      Garota sorridente segurando um abacaxi

      Más tarde, llegó el momento del regateo. Isabella, que ya estaba en su elemento, decidió intentar conseguir una mejor oferta en las mandarinas.

      —Si me llevo una docena, ¿me hace un precio especial? —le preguntó al vendedor con una sonrisa encantadora.

      Y, ¿adivinas qué? ¡Le hizo el descuento! Nuestras bolsas terminaron llenas de aguacates, lechugas, fresas, cebollas, mandarinas y, claro, la famosa piña.

      Y ahora te pregunto, ¿crees que ese truco realmente funciona? Solo hay una forma de saberlo: ¡dale las tres vueltas a tu piña antes de cortarla! Ah, y no te vayas sin contarme en los comentarios: ¿cuál es tu fruta o vegetal favorito?

      Actividad de vocabulario

      Actividad de comprensión de lectura

      De Profesora de Español a Entrenadora de Románticos Desesperados

      De Profesora de Español a Entrenadora de Románticos Desesperados

      Vocabulario:

      1. Meter la pata: Cometer un error.
      2. Sonrojar: Ponerse rojo en la cara por vergüenza o timidez.
      3. Cachos: En español, “cuernos”; se usa para referirse a la infidelidad.
      4. Enojarse: Sentir rabia.
      5. Pegar: Golpear a alguien o algo con la mano u objeto.
      6. Risita: Risa suave y contenida.
      7. Vaya: Expresión que denota sorpresa, asombro o admiración.
      8. Echarse a reír: Comenzar a reírse de forma espontánea.
      9. Rizos: Cabello rizado o con bucles.
      10. Duda: Falta de certeza sobre algo.
      11. Jugar una mala pasada: hacerle a alguien algo inesperado que lo perjudica o pone en una situación incómoda.

        Hola! ¿Cómo estás?
        Te cuento algo curioso: ser profesora de español a veces va más allá de enseñar solo palabras y frases. Mis clases terminan siendo una mezcla de cultura, hábitos, vida diaria… ¡y hasta consejos románticos! Sí, así como lo oyes. ¿Alguna vez te has encontrado en una situación donde el idioma te juega una mala pasada? Pues eso le pasó a Rodrigo, un alumno que me pidió algo que no me esperaba.

        — Profe, ¿me puedes ayudar con algo? —me dijo, medio avergonzado.

        ¿Qué te imaginas que me pidió? Yo pensaba que sería una duda típica de gramática o algo así. Pero no…

        — Es que… me gusta una chica hispana. Es paraguaya, y quiero impresionarla, pero la primera vez que lo intenté, metí la pata.

        ¡Aquí fue cuando supe que venía una historia buena! Yo ya sospechaba que se trataba de un malentendido de esos que te hacen sonrojar.

        — ¿Y qué pasó? —le pregunté, curiosa, esperando el desastre.

        — Le dije que tenía unos cachos muy bonitos, pero ella se enojó y casi me pega.

        ¡Imagina mi cara! ¡Cachos! No pude evitar soltar una risita, aunque intenté contenerme. Rodrigo siempre tenía esas formas creativas de expresarse, pero esta vez… ¡vaya error!

        — Rodrigo… ¿Sabes lo que significa cachos en español? —le pregunté, preparándome para su reacción.

        Él me miró a través de la cámara, confundido, como preguntándose qué había hecho mal.

        — Pensé que era el cabello así, como encaracolado.

        ¡Claro! En portugués, cachos significa eso, pero en español, cachos significa cuernos, es decir, lo que tienen algunos animales en la cabeza. También se usa para cuando alguien es infiel. O sea, le dijiste que tenía unos cuernos muy bonitos.

        Mulher morena com lindos cachos, com expressão de raiva

        Los ojos se le abrieron como platos. ¿Te imaginas estar en su lugar? Primero el horror, y luego se echó a reír. ¡Y cómo no!

        — ¡No puede ser! ¡Yo solo quería decir que su cabello era lindo! —me dijo entre risas.

        Le aclaré lo que debía haber dicho:

        — Lo correcto era decir “tienes unos rizos muy bonitos”. ¡Cuidado con esos falsos amigos!

        Entre risas, me dijo:

        — ¡Ay, profe! Ahora entiendo por qué se enojó tanto.

        Pero la cosa no terminó ahí. Rodrigo tenía otra duda, y esta también te puede sonar familiar.

        — Quiero decirle que me gusta, pero no quiero que se confunda entre “te quiero” y “me gustas”. ¿Qué hago?

        ¿A ti también te confunden estas expresiones? Le expliqué lo básico:

        — “Me gustas” es lo que dices cuando alguien te atrae. “Te quiero” ya es algo más profundo, como cariño, y “te amo”… bueno, eso ya es lo más fuerte que puedes decir.

        Rodrigo tomó nota como si de eso dependiera su éxito romántico.

        — Entonces, si le digo “me gustas”, ¿no la asusto?

        — Exacto, pero cuidando las palabras, Rodrigo. Y claro, esta no es una táctica infalible, pero es probable que, al menos, esa chica paraguaya con lindos rizos te devuelva el saludo.

        Terminamos la clase riéndonos de la situación, y mientras se desconectaba, me quedé pensando: a veces, no solo enseño gramática… también ayudo a mis alumnos a abrir su corazón sin tropezar con los malentendidos.

        Si tú también quieres evitar los falsos amigos del español y asegurarte de que tus conquistas amorosas sean un éxito, no dudes en aprender con nosotros. ¡Tu próxima conversación puede ser la clave del corazón de alguien!

        Actividad de vocabulario

        Actividad de comprensión de lectura

        Lulú: la Perrita Callejera que nos Adoptó

        Lulú: la Perrita Callejera que nos Adoptó

        Vocabulario:

        1. Perrita: Animal doméstico, canino, feminino y pequeño.
        2. Calle: Vía pública por donde circulan vehículos y peatones.
        3. Callejera: Que vive o se encuentra en la calle, sin dueño.
        4. Pueblito: Pequeño pueblo, generalmente con pocas casas y habitantes.
        5. Jaula: Estructura cerrada que se utiliza para encerrar animales.
        6. Pajaritas: Aves femeninas pequeñas.
        7. Helados: Dulces congelados elaborados a base de leche o frutas.
        8. Cachorrita: Perrita joven o pequeño.
        9. Aire risueño: Apariencia que transmite alegría y optimismo.
        10. Acera: Parte lateral de una calle por donde caminan las personas.
        11. Hogar: Lugar donde vive una persona o familia.
        12. Chicas: Jóvenes mujeres o niñas.
        13. Pipí: Término infantil o coloquial para referirse a la orina o acto de orinar.
        14. Periódico: Papel para publicación impresa con noticias y artículos sobre diversos temas.

          Era febrero de 2014, y Venezuela se había convertido en uno de los peores escenarios de guerra que jamás conocí: tiros, calles cerradas, detenidos y muertos eran parte de nuestro cotidiano. Yo estaba ahí, con dos hijas, una de 16 y otra de 20 años, atrapadas en casa, lidiando con la escasez de alimentos y muchas restricciones para salir.

          Después de tres semanas en esa situación, decidimos que, tan pronto como tuviéramos la oportunidad, tomaríamos nuestro carro y viajaríamos a un pueblito en las montañas andinas donde vive parte de la familia. Allí, aunque había algunos disturbios, todo estaba más tranquilo y había más comida. Mavi y Alejandra no podían esperar; apenas llegaron, se pusieron ropa deportiva y salieron a trotar, parecían dos pajaritas recién liberadas de la jaula.

          De repente cambiaron de idea y decidieron ir a comer helados. Mientras cruzaban una calle, vieron a una cachorrita que venía en sentido contrario. Era una adorable perrita callejera color caramelo, con un aire risueño y ojos alegres. Parecía tan concentrada en alcanzar a las chicas que no se daba cuenta de que un camión gigante estaba a punto de atropellarla. Era imposible que el conductor la viese, así que las chicas comenzaron a gritarle. Él escuchó y, gracias a Dios, se detuvo.

          La cachorrita terminó de cruzar la calle, pero estaba tan pequeña que no conseguía subirse a la acera. Tras mucho esfuerzo, finalmente lo consiguió y se sentó frente a mis hijas, mirándolas con esos ojos brillantes, como de caricatura.

          Las chicas preguntaron por todos lados si alguien buscaba al animalito. Solo supieron que los vecinos notaron su presencia en la calle desde hacía una semana y que se alimentaba de cualquier cosa que le daban. Sin más opciones, Mavi y Ale decidieron llevarla a casa prometiendo que le encontrarían un hogar. Sabían que yo me resistía a tener mascotas porque no tenía mucha certeza de que ellas asumirían el trabajo que ello implicaba.

          Mi suegra, rápidamente, se encargó de alimentar a la perrita y se unió a sus nietas en un complot para convencerme de que la dejara quedarse. Mientras tanto, las chicas discutían sobre cómo llamar a la cachorrita. Entonces apareció Carla, una de mis sobrinas, y, como siempre, aplacó la discusión sugiriendo el nombre de Lulú.

          La primera noche de Lulú en la casa de la abuela, dormidita encima del equipaje de la familia.

          Esa misma noche, las chicas enseñaron a Lulú a hacer pipí en un periódico y a mirarme con ojos vidriosos, como quien expresa todo su amor. Lo cierto es que Lulú ya había conquistado un lugar en mi corazón.

          Han pasado diez años desde que comenzó la historia de Lulú en Venezuela, y ahora continúa en Brasil. Lulú nos ha acompañado en cada paso de este viaje y hay muchas historias que contar sobre ella, pero esta concluye aquí. Si tienes curiosidad, prometo continuarla en las próximas publicaciones, ¡así que no te las pierdas!

          ¡Hasta pronto!

          Actividad de vocabulario

          Actividad de comprensión de lectura